domingo, 22 de febrero de 2009

Flor

Tengo una flor hermosa
que es mía y de nadie y de ella sola.
Una flor tan bella
que temo que alguien la robe,
que alguien se enamore de ella...
Pero no es mía, ella está ahí,
en la tierra.
Es mía, de nadie, de todos
pero de ella sola...
Sé que algún día la voy a perder.
Lo sé.
Si fuera todo un sueño...
Si fuera un alucinación
de amor dividido...
Si fuera mentira...
Pero es real, tan real
que duele.
Si la realidad fuera mentira...
Si la mentira realidad...
Si ambas algo valieran,
pero no, que más da...

M. Cartagena

Amante Escéptico

Él la ama, eso bien lo sabe. Quizás sea lo único que sabe... Le ruega a Dios que exista para poder creer, pero no puede, no pasa nada, Dios no contesta y Él sigue sin creer. Eso no importa, sabe que la ama.
Ve a su alrededor: su perro, su casa, Ella, se ve a sí mismo en el espejo y vuelve a rogarle a ese Dios en que no cree que todo sea real, que sea tan real como su amor...
Siente pasar el tiempo: segundos, minutos, horas, días pasan y la ama. Siente pasar el tiempo y se acuerda de la Muerte. Entonces se aterra, se calma, se enfurece y escribe:

Mira: las nubes se escapan
Mira: los versos que matan
Mira: la estrofa madura
Mira: la música pura

Fíjate en el cielo
y en el fruto de mi puño
y con agua y con terruño
hazme arcilla maleable
y con mano inapelable
conviérteme en tu consuelo

Oye: el día se va en un atardecer negro
Oye: se mezcla tu adiós con lamentos de muertos
Oye: la rima se rompe, la música huye
Oye: la estrofa madura sin vida se pudre.


Y vuelve a rogar porque su amor sirva de algo a un Dios que sigue sin oírlo, quizás porque Él persevera en no creer, pero es que... no puede hacerlo.
Y vuelve a escribir:

Yo también cargo una cruz,
yo también fui torturado
por las Mentes del pasado
que me llenaron de Luz.

Disculpe mi escepticismo
Oh, grande Dios de los mortales!
Ciencias experimentales
prefiero que catecismo...


Su burla, sus ironías de nada sirven. Afuera todos se mojan menos Él. Le encantaría mojarse pero prefiere estar seco.
A todo esto sigue con la certeza de que la ama. Más que a nada. La recuerda y se calma, se consuela. Se duerme en un rincón con un lápiz y sus textos en las manos.

m. Cartagena