sábado, 13 de septiembre de 2008

Un Casco, dos Alas y una Flor - Capítulo 3

Sonó la alarma. Eran las siete. Martín abrió los ojos, y con la mano izquierda la apagó. Otro día como el anterior. No había ocurrido el tan ansiado milagro en las últimas veinticuatro horas. Ni en las últimas, ni en las penúltimas ni en las antepenúltimas, pero él todavía tenía la esperanza de que algo sucedería, algo estaba por cambiar. Algo tenía que estar por cambiar.

Se levantó, y marchó al baño. Hacía frío, bastante. Tras lavarse la cara y orinar pasó a la cocina. Puso agua en la caldera y la calentó. Mientras esperaba armaba un mate.

Miró el reloj sobre la cocina. Siete y cuarto, ya debía de estar por llegar. Nunca había vuelto más de las ocho, ni menos de las seis y media. Igual, a un ser como Él no le iba a pasar nada más extraño que Él mismo. Pensar que hacía tan poco lo conocía, y sin embargo lo había acompañado en secreto durante tantos años... La caldera silbó y lo devolvió a la realidad.

Puso parte del agua en el termo y lo tapó bien. Con el resto volvió al baño. Prendió la radio y sonó un tango. Se afeitó y volvió al humilde comedor a desayunar. Su banco junto a la ventana lo esperaba puntual. Martín se sentó a mirar por la ventana, tomando mate, esperando a que el Ángel volviera y viendo despertar al Barrio Sur.

El reloj mostró las ocho y Uriel (Roberto entre los hombres) apareció de atrás de una esquina. Martín se estiró despegando la boca de la bombilla. El Ángel parecía borracho. Por fin llegó a la casa y golpeó la puerta. Martín abrió, con el termo abajo del brazo:

- ¿Está usted borracho, Roberto?
- Esssperá un momento, esperá... 'perá- metió una mano en un bolsillo y buscó, enseguida sacó un bombón medio aplastado y derretido-. ¡Feliz Cumpleaños Martín!
- ¿Pero qué dice? Si hoy no es mi cumpleaños- respondió el Albañil asombrado ante la incompetencia de su Ángel de la Guarda una vez más-. Vamos, vaya a ducharse, Roberto. A ver si se le pasa el estado de ebriedad...
- Pero vos... ¿Vos 'tas ssseguro de que hoy no es tu cumpleaños?- insistió el ser Celeste con alcohólico asombro
- Si hoy de algo estoy seguro es de que no es mi cumpleaños
- OK... OK... Paaa, no sabé' las minas qe habían en el cab...
- ¡¡Roberto!!- lo cortó Martín indignado- ¡Por favor! Usted es un Ángel.

El Guardián hizo un breve silencio, con la mirada recordando y recitó:

- Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas... etcétera- y dicho esto se sonrió con una sonrisa que quería decir "gané", dio media vuelta y entró en el baño a ducharse.

Más tarde iría a la Construcción con Martín a ver pasar la Mujer Amada de éste último otra vez, y a seguir pensando cómo el Albañil iba a hacer para conquistarla de una vez por todas.

No hay comentarios: