sábado, 4 de octubre de 2008

Hombre preso que mira a su hijo, de Mario Benedetti

Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y también las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quién se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas
que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos

realmente botija no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan sólo una palabra aguda
que muerte era tan sólo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula

olvidaban poner el acento en el hombre

la culpa no era exactamente de ellos
sino de otros más duros y siniestros
y éstos sí
cómo nos ensartaron
con la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros

y cómo nos vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles

uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos

por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos

vos sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio

y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías

y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre

botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides

por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones

todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre

pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar

que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos

y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa

y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar
una cosa es morirse de dolor
y otra cosas morirse de vergüenza

por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder

uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere

llorá nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos

gritamos berreamos moqueamos chillamos
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse

llorá
pero no olvides



Este es uno de los poemas de Benedetti que más me gustan. Me gusta porque es tan uruguayo, tan montevideano. Con ese lunfa de este lado del Río. Tiene imágenes tan duras pero escritas tan bellamente. Llorá nomás botija, son macanas que los hombres no lloran...



Estoy escuchando a los Beatles.

"You were made to go out and get her" canta McCartney en este mismo momento. No, yo no nací para ir de frente y hacerla mía, yo nací cobarde.
"Don't make it bad"... Es que siempre me sale mal. ¿Cómo voy de frente? ¿Cómo le digo? ¿Cómo le digo si sé que si no es una respuesta posible? ¿Cómo le digo si sé que ella ama a otro?
Y la canción que sigue en la lista es... No no no! Si existe un Dios me está tomando el pelo en este preciso instante:

"All you need is love!"

¡¿No me digas que lo único que necesito es amor?!

"Love is all you need"

Agregaría un "her" a las dos frases.
La canción termina, sé lo que viene. Es una completa, redonda, cruel y sádica tomadura de pelo: Jhon Lennon grita:

She loves you yeah, yeah, yeah!

... No me mientas, Dios.

Yesterday, después Michelle, dos de mis favoritas. Michelle mabelle son les mots qui von trè bien ensemble.

Y vino. No no, si yo sabía... Si, la completó:

She loves you yeah yeah yeah!
(...) It's you she's thinking of...

No, es otro, y "el otro", como escribió A. Dolina en "Lo que me costó el amor de Laura", el otro siempre es la Muerte.

Duele querer Señores, pero que le voy a hacer. Esto seguro que es la ley del Karma.
Que quede claro que no culpo a nadie más que a mi mismo, y a mi innata incompetencia con las minas, así que quedate tranquila, que no hay ninguna clase de rencor en mi.


El dibujo es Fingolfin's Challenge de Jhon Howe

viernes, 3 de octubre de 2008

Un Casco, dos Alas y una Flor - Capítulo 1

No era el día más lindo del mes. Además era Domingo. Martín observaba las grises nubes correr al encuentro de quién sabe quien sentado en su banco en la ventana. Ayer la había visto y era hermosa.

Sintió la presencia de alguien detrás de sí. Giró el taburete para investigar y su mirada se topó con la figura de un hombre alado.

- Hola Martín. Soy tu Ángel Guardián.

El muchacho quedó un poco sorprendido, pero no tanto. Él creía, así que esa aparición no le era extraña. Se preguntaba que hacía su guardia celestial ahí, corporizado:

- Ah, hola. ¿Qué puedo hacer por usted?
- Eeh... Tú creo que nada...

Hubo un silencio embarazoso que se extendió por poco tiempo. El Ángel no parecía ser muy competente, Martín rompió el silencio:

- Venga, amigo. Vamos a preparar unos mates.

Martín y el Ángel se dirigieron a la cocina, en un viaje no muy extenso. La casa del muchacho era pequeña y se diría que humilde, pero digna. El diálogo se reinició al lado del fogón:

- Entonces ¿en qué me puede ayudar usted, señor...
- Haniel para los ángeles. Usted puede llamarme Roberto, como es mortal...
- Si, no me lo recuerde. Bueno, entonces señor Roberto...
- Me he percatado de que usted anda enamorado de una...
- ¡Por favor, tiene nombre!
- ¿A si, y cuál es?
- Eh... bueno, no sé. Eso no lo sé.
- Bien.

El ambiente estaba tenso. El Ángel no parecía muy fino ni competente. Hablaba con acento arrabalero.

La caldera silbó y Martín la sacó del fuego. Puso la yerba en el mate, el agua en el termo y volvió al comedor, a su taburete junto a la ventana. Siempre en silencio. Eran las siete:

- Disculpemé, maestro. No quise ofenderlo. Yo no sabia que a usted...
- No se preocupe, amigo...
- Bien.

Las paredes estaban tristes. Sobre las chapas una garúa empezó a anunciar una tormenta. En una esquina del comedor el techo comenzó desangrarse en una gotera lentamente. Martín, que era Albañil, se levantó en silencio, siempre en silencio. Tomó un jarrito que había sobre una repisa y lo puso bajo la filtración, soltando un suspiro de resignación. El Ángel se sintió incómodo.

Martín volvió al taburete con el termo y el mate que había dejado sobre la mesa:

- Tengo un plan, amigo- dijo Roberto-. Un plan pa' que usted pueda andar con la 'nami'.
- ¿Podría usted moderar su lenguaje?- preguntó indgnado el Albañil.
- Disculpemé otra vez, por favor. La culpa... la culpa la tienen sus compañeros de la obra, sabe?
- No lo dudo...

Era verdad que los compañeros de trabajo de Martín eran malhablados. Pasaba gran parte del día con ellos, pero a él el vocabulario 'de galpón' no se le había pegado:

- Hábleme de ese plan, por favor- dijo el muchacho a su Ángel. Tomó unos mates mientras esperaba la respuesta del Guardián, que parecía meditar muy bien lo que a continuación iba a decir.
- Usted la ve seguido ¿verdad?
- Sí, todos los días, en la obra. Ella pasa a las siete rumbo a 18, y vuelve seis, seis y media, en dirección a la bahía. Y siempre va hermosa. Va a trabajar, supongo. Yo la amo.
- Bien, pero no sabe nada más de ella ¿no?
- Eeh... Bueno, no. La verdad es que no.
- Excelente. Lo voy a dejar solo un ratito.
- Está bien. ¿Me puede pasar algo?
- Yo siempre estoy solo.

El Ángel volvió a sentirse incómodo, ganó la puerta y salió a la lluvia de la tarde del Domingo Gris. Martín se quedó solo, esperando a que el Ángel Haniel... o Roberto, volviera.